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Así termina el libro VI; el VII comienza con la alegoría de la caverna. Esta vez no se dice explícitamente la conexión entre la anterior y ésta; la conjunción se reduce a un “después de esto…”. Lo que indica que, si bien, al parecer, se ha terminado de explicar lo concerniente a la Idea del Bien y las jerarquías ontológicas y epistémicas, eso no era más que el primer paso, que nos llevaría a lo que sigue1: «compara nuestra naturaleza respecto de su educación con una experiencia como esta»2. A continuación, se describe la alegoría:

Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor las cabezas. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos […]. Del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan toda clase de utensilios y figuras de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.3

Según mi interpretación, sería como en la figura 3:

Representación de la alegoría de la caverna.
Representación de la alegoría de la caverna.

A continuación se describe el proceso de liberación de alguno de los prisioneros:

[…] que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, voltear el cuello y marchar mirando hacia la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eras fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostraran cada uno de los objetos que pasa del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentiría en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora? […] Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considera que éstas son realmente más claras que las que se le muestran? […] Y si a la fuerza se le arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno sólo de los objetos que ahora decimos son los verdaderos? […] Necesitaría acostumbrarse para poder llegar mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de la luna y los astros más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol […] Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlo cómo es en sí y por sí en su propio ámbito […] Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que es causa de las cosas que ellos habían visto.4

La cita es larga pero necesaria. En esta parte se nos explica, al tiempo que el proceso de liberación y conocimiento, los ámbitos que corresponden a cada elemento de la alegoría. Constituye, principalmente, una continuación de la alegoría del sol, pero también contiene lo que le seguirá en el texto: la propedéutica del filósofo.

Ésta es la misma alegoría del sol, pero incorporando el componente epistémico de la línea. El sol, pues, continúa representando la Idea del Bien, pero la división que se estableció antes (entre el día y la noche) para separar lo inteligible de lo visible, no funciona ya efectivamente, en virtud de que ahora se hace necesaria una interacción entre los dos ámbitos que exige que se presenten al mismo tiempo, como así ocurre en la alegoría de la línea. Ante esto, Platón incorpora el ámbito de lo subterráneo representando lo que sería el mundo en devenir. Sócrates lo explica así: «debemos aplicar esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino hacia el ámbito inteligible, y […] lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien.»5

Así, hay dos tipos de sombras y dos tipos de luz, las de la caverna y las de la superficie. No parece, sin embargo, que la última sección de la línea (δ) esté representada, pues las últimas figuras (las sombras proyectadas por el fuego-sol) corresponden a los objetos visibles que aparecen en γ6, y esto es claro porque esta condición que tienen los esclavos durante toda su vida hasta que son forzados a voltear la cabeza es la misma en la que se encuentran los más de los vivientes; evidentemente, quien los fuerza a voltear es el filósofo, a quien se la mataría por contravenir las opiniones. Por el contrario, «aquel que divisara con mayor agudeza las sombras de los objetos que pasaran detrás del tabique»7 y recordara el orden de la secuencia, de tal manera que adivinara lo que va a pasar, es decir, el sofista y el orador de asamblea, gozaría de “honores y elogios” tan falsos como su origen. Claramente, no hay lugar -en esta alegoría- para un ámbito inferior de conocimiento, y estas sombras opiniones y ecos deben corresponder a γ, pues sería absurdo que lo hicieran con δ. Me parece que, por lo tanto, lo que Platón pretende con su descripción de los objetos que pasan tras la mampara es, en primer lugar -debido a que en esta alegoría se pretende describir el camino que se seguirá hasta la contemplación del Bien- ilustrar el primer momento de la educación, el simple despertar y darse cuenta de que lo que se creía real no lo era, pero sin poder conocer todavía la verdadera realidad. En segundo lugar, hacer manifiesto que la realidad sensible que vivimos no se constituye más que por las sombras de objetos que contienen mayor realidad, y que se nos hacen presentes por la acción generadora de un dios-astro que gobierna éste ámbito (el sol). Si bien Platón pudo establecer que, estando igual encadenados, veían las sombras de lo que pasaba en la superficie, directamente iluminados por la luz del sol-Bien, ello implicaría que se dejara de lado la acción genética y rectora del fuego-sol en el ámbito sensible. Así, la introducción del fuego y de los objetos tras la pared obedece a la intención de manifestar claramente la analogía y, a la vez, la división de los dos ámbitos. De otra manera tendría que aceptarse que las efigies que pasan tras la pared (de los que son sombras aquello que los prisioneros pueden ver) corresponden a las Ideas lo que constituye un manifiesto contrasentido con el resto de la alegoría, que explícitamente declara que la morada subterránea es dominio del fuego-sol, es decir, de lo visible. De esta manera, tendría que entenderse el momento en que Platón explica al hombre que se vuelve hacia las efigies, y que es interrogado acerca de su naturaleza, como una alegoría dentro de otra alegoría. Sería una presentación sinóptica de lo que enseguida se aclarará detalladamente, volviendo sólo a los ámbitos principales. En esta sub-alegoría las efigies funcionarían efectivamente como simbolizando las Ideas (así como lo indica el que el ámbito visible sea producto de su imitación y el que Platón haga que al prisionero recién liberado se le interrogue acerca de su esencia, como se procede, sobre todo, en los diálogos socráticos).

Por otro lado, es patente que los objetos de la sección α se ubicarían en la superficie. Queda la cuestión de en dónde quedarían los de la sección β, pues tanto en la caverna se manifiesta un ámbito superior (cuando se conocen los objetos de que son sombras las que ven los esclavos), como en la superficie uno inferior (la noche y el cielo nocturno). Me inclino por que pertenezcan a las sombras, reflejos y obscuridad de la superficie, pues, sin dudas, corresponden al lo inferior del ámbito inteligible, que se nos ha dicho es el de la superficie, mientras que lo que está bajo el poder del fuego-sol corresponde a lo visible. Aquí tendríamos que establecer que la parte dianoiética se corresponde con los objetos, así en sus sombras y en sus reflejos como en su aparecer iluminados por la idea del Bien y que la dialéctica está alegorizada por el cielo nocturno. Esto, pues así mismo es la estructura que utiliza Platón, separando cada una de estas descripciones y a su vez, éstas de la Idea del Bien.

El resto de la descripción de la ascensión y liberación del prisionero corresponderá al recorrido que se haría en la línea desde γ hasta la Idea del Bien; y esto es lo mismo que la propedéutica que se busca para el que ha de gobernar el Estado, incluso en su forma de presentación, pues se plantea que el prisionero ha de ser obligado a seguir ese camino. Los guías, obviamente, serían los anteriores reyes del Estado.


  1. Como bien ve Raven, la alegoría de la línea constituye un “puente” entre “dos islas que, de otra manera, estarían conectadas obscuramente” (cfr., op. cit., p. 26).

  2. VII 514a

  3. VII 514a-115a

  4. VII 515c-516d

  5. VII 517b. Raven se basa en esta cita para decir que debe aplicarse todo lo que se ha dicho en las alegorías anteriores a la de la caverna, y, de esta manera, encontrar una correspondencia entre cada sección de la línea y un aspecto de la caverna. Pero, como Platón dice explícitamente en la misma cita, los ámbitos visible e inteligible de la alegoría del sol son los que determinan las relaciones en los ámbitos de la caverna, mientras que a la línea corresponde ilustrar “el camino” hacia lo inteligible. Por supuesto, todo camino está emplazado en un sitio; las correspondencias entre la línea y la caverna se verán a continuación.

  6. Raven dice que, en realidad, el estado de los esclavos encadenados correspondería a la última sección de la línea, y que esta condición «está, en efecto, destinada a darnos una imagen más exhaustiva de las impresiones y opiniones de segunda instancia, que es el segmento más bajo de la línea » [«is indeed intended to give us a more comprhensive picture of second-hand impressions and opinions than is the lowest segment of the line»], lo que no me parece que haga el menor sentido, ni se corresponda con la intención que persigue Platón en el diálogo en general, y en esta parte particularmente (definir cómo ha de educarse el filósofo) y para lo que esto es ilustrativo.

  7. VII 516c