En este pequeño ensayo se defiende la legitimidad de aspirar a conocimientos trascendentales y se intenta mostrar la manera en la que Hegel pretende escapar del reto kantiano de no salir del fenómeno: hacer del fenómeno lo absoluto.
En este ensayo se trata del concepto levinasiano de alteridad como es manejado en la primera parte de Totalidad e infinito.
En este ensayo se estudia la naturaleza del filósofo y de la filosofía en República de Platón, particularmente en los libros V-VII, en los que el autor desarrolla con amplitud este tema y demarca las características del filósofo contra las del no-filósofo. Como preámbulo, se analizan las alegorías del Sol, la Línea Dividida y de la Caverna, en las que se manifiesta la naturaleza del conocimiento —y, así, del conocedor— y de su forma en el Estado perfecto que, gobernado por el filósofo, puede llevar a la sociedad a la mayor felicidad.