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Como se ve, la cuestión es que, para poder ilustrar la alegoría (sentido literal), Platón puede valerse únicamente de la realidad sensible, pero lo que quiere indicar es la constitución ontológica de la realidad, que va de lo inmutable inteligible a lo deviniente opinable, que son dos diferentes niveles de realidad. Es por eso que busca un nivel todavía más bajo de lo que es el mundo visible (la noche) para ilustrar el nivel de realidad menos claro (la sensibilidad). Este recurso se usará nuevamente en la alegoría de la caverna, como se verá más abajo.
Es notorio, por otro lado, que la realidad de donde emana la capacidad cognitiva proviene del orden ontológico hacia el epistémico. Si en el caso de lo inteligible la dirección era Idea del Bien → verdad → Ideas → Conocimiento-Inteligencia, en el de lo visible va del Sol → luz → Realidad sensible (deviniente) → opinión-vista.
Continuando, nos dice Platón que la Idea del Bien es cognoscible por ser «causa de la ciencia y de la verdad», y nos previene cuidadosamente de no confundir aquélla con éstas. Pero, además, ocurre que, análogamente a como el sol «no sólo aporta a lo que se ve la propiedad de ser visto sino también la génesis, el crecimiento y la nutrición», así mismo «a las cosas cognoscibles les viene del Bien no sólo el ser conocidas, sino también de él les llega el existir y la esencia [οὐσια], aunque el Bien no sea esencia, sino algo que se eleva más allá»1.
En esta alegoría se ocupa Platón primordialmente de la constitución ontológica de la realidad, manifiesta que la Idea del Bien es la causa de la existencia y la verdad (cognoscibilidad) de las demás, y, por lo tanto, indirectamente, de las cosas sensibles. ¿Qué es lo que hace, sin embargo, que Platón haya dado preeminencia al Bien sobre la justicia, la belleza, la prudencia, etcétera? Un poco antes de comenzar la alegoría, Sócrates dice «la Idea del Bien es el objeto del estudio supremo, a partir del cual las cosas justas y todas las demás se vuelven útiles y valiosas» y, más delante, «si no lo conocemos [al Bien], por más que conociéramos todas las demás cosas, sin aquello nada nos sería de valor, así como si poseemos algo sin el Bien. ¿O crees que da ventaja poseer cualquier cosa si no es buena, y comprender todas las demás cosas sin el Bien y sin comprender nada bello y bueno?»2 De esta manera es como se entiende que sea causa de la esencia y la existencia de las Ideas, no sólo se trata de que cobren sentido en un contexto (así las cosas como las Ideas), ni de un parámetro de discernimiento; sino que la da sentido pleno al ser de los entes (y de ahí que sea causa de su esencia) y la carencia de sentido es justamente alejamiento del Bien; no puede ser causa de cosas malas, como antes (en II 370c) los dioses no podían serlo. Ahora bien, que sea el Bien causa de la existencia de los entes puede entenderse, por analogía con el caso de las Ideas y los entes sensibles, en el que unos son imitación de otros; esta relación, por otro lado tampoco queda nunca aclarada del todo, como se manifestará en la alegoría de la línea dividida, de la que trataré a continuación.
Lo que sí se aclara suficientemente es la existencia de dos órdenes de realidad, presididos - el visible- por el Sol, y -el inteligible- por la Idea del Bien, que es causa de la esencia y la existencia de toda la realidad. También se diferencian los tipos de entidades, y se establece la manera de diferenciarlas: una se conocen, las otras no; unas son siempre iguales, las otras devienen. Esto es lo que corresponde distinguir a la siguiente alegoría, la de la línea dividida.
Después de que Sócrates dice que Idea del Bien es causa de todas las Ideas, Glaucón -quién había exclamado exagerada esta afirmación- pide a Sócrates que prosiga «explicando la similitud [del Bien] respecto del sol»3, y éste, tras reafirmar la distinción entre los ámbitos inteligible y visible, comienza:
Toma ahora una línea dividida en dos partes desiguales; divide nuevamente cada sección según la misma proporción, la del género de lo que se ve y otra la del que se intelige, y tendrás distinta obscuridad y claridad relativas […]4
En lo sucesivo se irá dotando de contenido a cada uno de los cuatro segmentos que conocemos5. Al final la línea quedará como se ve en la figura 2, según lo que espero poder probar suficientemente.
VI 509b↩
VI 505a-b↩
Raven, J. E., en “Sun, Divided Line and Cave”, percibe bien el paso que hay, desde la división entre visible-inteligible en la alegoría del sol a la que hay entre cognoscible-opinable en la de la línea. Sin embargo, no se trata de que uno substituya al otro, sino de que, estando ambos presentes en ambas alegorías, cambia el enfoque para cada uno.↩
VI 509d↩
La orientación de la línea debe ser vertical pues, si bien Platón no aclara esta cuestión -y no es que hiciera falta- les da un tratamiento en este sentido, al hablar de secciones superiores e inferiores (Cfr.: 511a). Al respecto véase Smith, Nicholas D. “Plato’s Divided Line”.↩