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El proceso de formación que define Platón sigue la ruta que se había marcado en la alegoría de la caverna, que consiste en una elevación progresiva en el grado de conocimiento, que implica una ruta ascendente a través de la línea. Este proceso educativo se nos presenta en el libro VII. Todavía, sin embargo, hay que aclarar lo que es la educación. Dice Sócrates, ya en 518b:
La educación no es como la proclaman algunos. Afirman que, cuando la ciencia no está en el alma, ellos la ponen, como si se pusiera la vista en ojos ciegos […]. En el alma de cada uno hay capacidad de aprender y el órgano para ello, y que, así como el ojo no puede volverse hacia la luz y dejar las tinieblas si no gira todo el cuerpo, del mismo modo hay que volverse desde lo que tiene génesis con toda el alma, hasta que llegue a ser capaz de soportar la contemplación de lo que es, y lo más luminoso de lo que es, que es lo que llamamos el Bien […]. Por consiguiente, la educación sería el arte de volver este órgano del alma del modo más fácil y eficaz, mas no como si se le infundiera la vista, puesto que ya la posee, sino, en el caso de que se lo haya girado incorrectamente y no mire adonde debe, posibilitando la corrección.1
Hay que notar dos cosas: La primera: esta educación no consiste, para nada, en la transmisión de conocimientos, Paltón está consciente de que algo así es imposible -tomando conocimiento en la acepción que se ha visto- o, cuando menos, muy poco probable; pues, si fuera el caso, sería esa la “forma más fácil y eficaz” de mostrar al alma lo que es, y consiguientemente, en eso consistiría la propedéutica propuesta. No es el caso, lo que se busca es hacer que el alma encuentre por sí misma las verdades para las que está capacitada, que desvele lo que puede ver confusamente; precisamente en eso consiste la mayéutica socrática. El decirle a alguien cómo son las cosas jamás será suficiente para convencerlo; si se convence es porque antes había presupuesto él mismo todo lo que presupone el que habla en lo que afirmó, pero eso sólo podría darse en el caso de que se hable de algo en lo que haya pocas, mínimas discrepancias entre los interlocutores. Lo que Platón busca comunicar difícilmente puede hallar una base firme en el conocimiento popular, pues se basa en un ardua estudio sobre la realidad, sobre lo que es, que no es compartido por los más. Eso es lo que hace necesario, primero, implantar las premisas para que, una vez presupuestas, puedan llegar a hacer sentido frases del tipo “el Bien es causa de la génesis de las cosas”. Esta propedéutica es integral, que más bien merecería el nombre de formación, se trata de educar al alma entera, de habituarla al conocimiento por completo, pero siempre tendrá que encontrar las verdades por sí misma y, así, quedar irremisiblemente convencida de ellas.
La segunda cosa que había que notar es que, a pesar de que se dice que “en el alma de cada uno hay la capacidad de aprehender y el órgano para ello” esto no implica que todos puedan ser filósofos, lo que, como ya se vio, consiste en una disposición natural, ni mucho menos que los que carecen de esta disposición puedan acceder a la formación que sólo corresponde a quienes pueden hacerlo por naturaleza, lo que sería como decir que por disponer de voz se tiene la capacidad de ser un cantante virtuoso. Platón es muy enfático al remarcar la necesidad de evitar que naturalezas no aptas practiquen la filosofía2, pues se dotaría de armas conceptuales a quienes son incapaces de entenderlas y, por lo tanto, de usarlas adecuadamente y eso sería más catastrófico que dotar de arco y flecha, y convencerlo de usarlos, a quien sólo ha visto cómo otros los usan y que, además, se guiara por sus filias y fobias para usarla.
VI 518b-d↩
Por otro lado, como ya se verá más claramente infra, esto no significa una prohibición, propiamente dicha, pues no se impide la realización de un acto que se esté en posibilidades de realizar, sino de uno que resulta del todo imposible (como si se le prohibiera levantar la mano a un hombre sin brazos). La restricción va dirigida justamente a evitar la corrupción y degeneración de la filosofía y del Estado.↩