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No se trata, sin embargo, de un autoritarismo, a la manera como se conciben hoy día, ni, mucho menos de una represión basada en clases perpetuas y hereditarias. Muy al contrario, se trata de aceptar las diferencias entre los seres humanos. Platón repite varias veces que el objetivo de la organización estatal que propone es que cada quien sea tan feliz cuanto se pueda, y es de notar que es éste el motivo principal al fundar un Estado, y que la fundación del Estado es el motivo principal de la República. Al mismo tiempo reconoce que hay diferentes naturalezas humanas y, si bien hay tantas cuantos individuos existen, Platón las clasifica en las tres ya vistas.
A cada tipo de naturaleza corresponde un tipo de felicidad distinto, y cada una de ellas cumple una función que a la otra le es necesaria. Es por eso que a los artesanos se les permite manejar dinero, tener posesiones, casa, esposa, etcétera. Pues la naturaleza de los más no les permite ver más allá de lo sensible, así que han de encontrar felicidad en lo sensible, y se les permite vivir en consecuencia. La vida en común de los guardianes, despojados ya de posesiones materiales, es posible, a su vez, porque la naturaleza y educación de éstos les hace comprender lo innecesario que resultan las posesiones; por eso abandonan y tienen en poco a las riquezas y los honores que se derivan de ellas, llevando un modo de vida más feliz, pero porque son capaces de entender y disfrutar las razones que los desligan de la satisfacción material como la única posible. Forzar al vulgo a vivir de esa manera, sería hacer violencia a la naturaleza, cuando, a pesar de ser una mejor vida, más feliz, no pueden caer en cuenta de que lo es, pues sus miras están puestas en la inmediatez (esto hizo falta que Marx lo entendiera). Llevarlos hasta este régimen de vida no sólo sería innecesario, sino contraproducente; por eso la máxima de no mezclar las tareas y los regímenes de cada clase. El caso de los filósofos-reyes, que han accedido a la más plena felicidad al contemplar la realidad última, también implica cierta naturaleza para su disfrute, que no se encuentra más que en quienes han pasado todo el proceso educativo que se ha visto más arriba.
Todas las clases cumplen una función vital, de manera que «unos a otros se prestan los beneficios que cada uno sea capaz de prestar a la comunidad»1: los artesanos garantizan el sustento propio y de las demás clases, los guardianes garantizan la seguridad militar para que las demás clases puedan desarrollar sus actividades y también mantener la correlación de fuerzas entre gobernantes y gobernados, garantizando la obediencia de los primeros a los segundos, siendo así que «para cualquiera es mejor ser gobernado por lo sabio y lo divino, sobre todo conteniéndolo en su interior como propio, pero, si no, dándole órdenes desde afuera»2. Los filósofos reyes garantizan la conservación de las leyes y la legislación y, sin importar los cambios que vengan con los tiempos, ellos, que tienen como modelo la idea del Bien, siempre podrán adaptar la constitución para que responda a la perfección de Ésta. A su vez, también todas las clases sacrifican algo por el bien general: los artesanos deben sacrifica el amor a los honores; los guardianes, sus deseos básicos de posesión, y los filósofos la contemplación del Bien y la renuencia a gobernar. Hay que recordar que los filósofos deben adaptarse primero a las sombras, antes de gobernar y recordar cómo era el funcionamiento del mundo apegado a la materialidad, y, dentro de lo posible, ayudar a que permanezca asemejándose lo más posible.
No se debe confundir esta intención de conservar el estado de cosas como una perpetuación de las clases con base en parentescos o fobias, no sólo Platón explicita la necesidad de someter a prueba a los miembros de cada clase, sino que, como se ha visto arriba, sería catastrófico no sólo que alguien no apto practicara la filosofía, sino también que alguien apto fuera forzado a llevar un régimen de vida que no le conviene. La distribución de tareas y obligaciones debe hacerse con vista en la naturaleza de las cosas, de la realidad y no conviene violentarlas en ningún sentido. Que cada quien sea tan feliz cuanto pueda de acuerdo con su naturaleza, esa es la consigna en la fundación del Estado platónico.
De esta manera, la justicia es la única que puede acercarnos a una εὐδαιμονία, así en el Estado como en el individuo, y no hay, tal vez, otra manera de conseguirlo.