2010, dic. 20

Nos han quitado la esperanza

Nos han quitado la esperanza, se la llevaron, la metieron en unos palos y nos machacaron la determinación con ellos, nos hicieron cobardes con amenazas de infantes, nos cercaron con el horror y nos vendaron los ojos para que desarrolláramos amor incondicional al micro‐mundo que llega de la casa a la escuela a la cantina al trabajo a la cárcel a la cena de navidad al siguiente torneo mundial de futbol —felicidad, por favor, felicidad para mí, felicidad sin sacrificio, felicidad sin que la miseria me hable, ni aún la mía, ni la de mis amores—.

Ya nada se puede hacer, hay que dejar que hagan y que sus actos nos lleguen lo menos, aunque a medio mundo se lo lleve la chingada; el medio mundo que está a dos tres pasos de mí, que está más allá de mi alcance (mundo para mí, mundo de un metro cuadrado). ¿Te acuerdas de cuando el futuro significaba lo mejor, aunque el presente fuera la muerte? ¿Y ahora? Ahora la felicidad está confinada a la ratonera que nos han dejado ¡Hay que vivir así! Hay que retrotraerse, retroquererse, retrovivir y finalmente emparedarnos para poder alejarnos de la maldad que —oh, maldita— nos acorrala a nos —oh, impotentes— ¿Qué se le va a hacer? Más máscara, más huida, más yo para regodearme; menos dolor que no puedo evitar, dios mío, menos justicia que se me reclame.

Llévensela, llévense a la esperanza, que con ella sólo se puede la hipoteca y el desdén; llévensela, que sin ella no hay culpa, sólo resignación y ahi con esa sí me llevo.