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Se cuenta que1 Platón, invitado sucesivamente por los tiranos Dionisio el Viejo y Dionisio el Joven de Siracusa, y animado por su amigo Dion (cuñado del primero y tío del segundo) realizó tres viajes a la polis en la isla de Sicilia, y que en esos viajes se intentó más de una vez influir en el gobierno (e incluso fundar una polis) para instaurar los principios de la República platónica. Todos ellos, en resumen, terminaron en un gran fracaso —incluso con serio riesgo de muerte para el ateniense— por motivos muy cercanos a la política y muy lejanos al estado ideal que Platón había concebido. Cabe la pregunta de si la inclusión de la filosofía en la academia universitaria no es, como muchos otros, un viaje más hacia la Siracusa donde la realidad implacable destruye los anhelos de llevar al mundo público el empeño muy particular del filosofar…
Muchos temas quedaron sin tocarse y varios sin ser explicados como es debido; sin embargo, el tiempo para hablar [el espacio para escribir] se agota. Esta discusión —insisto— debe darse a una escala mayor que un coloquio y debe tener por fin no meramente exponer las ideas y el análisis que muchos tenemos al respecto, sino poder delimitar los alcances pretendidos y posibles de una Facultad de Filosofía.
No sé si sea imposible conciliar ambos intereses (el de la filosofía y el de la academia); pero sé con certeza que, si lo fuera, haría falta un esfuerzo inmensurable para conseguirlo. Y creo que siempre es un tiempo indicado para comenzar a hacerlo.
Cfr. Laercio, Diógenes. Vidas de los filósofos más ilustres. Libro iii, §§11-14.↩