1.13

Si la concepción de lo sensitivo, su sentido, su forma, su saber, su entendimiento, su conocimiento surgen sólo desde el yo, ¿cuál es la delimitación de lo cierto y de lo falso? ¿Cómo se llega a la seguridad de la habitualidad? ¿En qué sentido puede hablase de verdad?

La verdad no es una determinación entitativa, sino que se refiere sólo a lo que se conoce [a lo que existe, a los objetos]. Pero, así mismo, no hay una cualidad objetiva que determine la verdad en su apariencia, no hay objetos verdaderos ni objetos falsos y bastante menos hay entes verdaderos ni entes falsos. La cualificación veritiativa no pertenece a lo tangible. No hay en la sensación nada que pueda designarse de una o de otra manera, no es en el ámbito de lo entitativo ni del fundamento sensitivo de lo existente en donde se puede encontrar el fenómeno ni el discernimiento de lo verdadero y de lo falso. El problema de la verdad compete solamente al momento ontológico de la concepción y al movimiento que se realiza a partir del conocimiento concebido así.

La verdad no es un fenómeno primigenio, que se dé junto con los objetos en su apariencia; no se manifiesta en la seguridad de la percepción ni se conoce como una determinación de lo existente. La verdad se da siempre como corrección de lo falso: es un movimiento que niega —y corrige— el error. La falsedad es el primer estadio de la consecución de lo verdadero. La posibilidad del equívoco es la que muestra la necesidad de la verdad como un descubrimiento de los objetos del mundo más profundo de aquél que se detiene en la patencia de las manifestaciones sensibles de lo ente, del que se conforma con la inmediatez que se muestra efectivamente con la fuerza de lo ahora-percibido.

Por medio de la dotación de sentido [de la concepción], el objeto se pre-yecta y se pro-yecta. Estos movimientos eyectivos, al mismo tiempo que extienden el ahora sensitivo, lo alejan de la seguridad del arraigo en lo actual, de la eternidad inconcebible (y, por lo tanto, inefectiva) de lo entitativo. La apelación a lo que Soy y a su historia en el momento de la concepción de lo en la consciencia es el movimiento por el que se le su-pone el sentido de lo que nos objeta. Es este movimiento el que funda el pasado y el futuro de la existencia. Pero el acto de lo sensitivo tiene una vinculación entitativa con lo otro de mí por el contacto, mientras que la concepción se da por lo histórico instituido e instinto en lo que Soy, y no tiene, por lo tanto, ninguna relación franca con la actualidad entitativa de lo objetante, y aún más, toda su razón radica en justo eso: en poder trascender el acto presente y llegar a lo que ya no es y a lo que no es todavía.

Así, inevitablemente el movimiento de concepción objetiva su-pone en los objetos determinaciones categoriales y judiciales; tales suposiciones tienen asidero en la historia del Yo. Mi historia, evidentemente, no pude ser omniabarcante, sino que se tiene que ceñir estrictamente a lo que le toca; y ni aún esto le conviene totalmente, porque lo instituido tiene un carácter perennemente evanescente (que tendría que ser ejercido para reforzarse y no desvanecerse, pero aún el ejercicio no puede decirse que lo sea de lo instituido primero, pues siempre hay algo ya perdido). De esta manera, no hay garantía alguna de que la historia en la que se basa la concepción corresponda con lo objetivo en su existencia.

La formación de las categorías y de la judicatura —como se dijo más arriba— se da por el ensayo y el error del éxito o del fracaso, su ejercicio no es solipsista: es un movimiento, y los movimientos actúan en la realidad, inciden en ella. Todo movimiento extensivo implica inter-acción entre la actualidad del Yo y la actualidad del ente ajeno. Las suposiciones de los objetos que se conciben no se agotan ahí mismo, sino que son verificadas o falseadas por su efectividad [por su consecuencia efectiva] en la actuación que a partir de ellas se ha determinado, por que el resultado del movimiento —que se ha satisfecho— sea o no correspondiente con lo que se supuso. La corrección de ese movimiento implica la corrección de la concepción {del objeto} que fracasó y esto es lo que principia la busca de la verdad.

El ingenio es un instinto que consiste precisamente en suponer en los objetos algo que no ha sido antes dado a la historia. La preyección y proyección conceptiva pueden ser una simple restitución de lo que ya ha pasado o una deducción del ingenio a partir de esa restitución. En la corrección de lo que ha fallado, el ingenio practica una su-posición eyectiva1 a posteriori y consciente, lo que motiva nuevamente al Yo, que realiza un nuevo movimiento que de igual manera verifica o falsea la suposición y, por lo tanto, refuerza o debilita la concepción. Que la verificación de los conceptos se dé en el movimiento entitativo real de mi Yo, significa que se da como una interrogación de la realidad. El fin del movimiento nuevo no es encontrar la verdad, sino realizar con éxito lo que antes ha fracasado, pero para esta realización hay que descubrir primero conscientemente las determinaciones objetivas involucradas y este descubrimiento (que es la corrección de la falsedad: la verdad) se instituye. La corrección de lo que es negado por la efectividad del enfrentamiento con el mundo es, así, una necesidad instintiva; el instinto del ingenio es lo que permite ex-tender la objeción de lo que me apela sensitivamente por medio de la eyección. El funcionamiento de la consciencia es el encuentro con el mundo, pero encontrarlo es encontrarlo en su efectividad, en la concepción verdadera de su existencia; de otro modo no habría caso, y todos seríamos dementes que esperan efectos por actos que no los provocan, y que morirían en la desesperación de no encontrarse con la satisfacción de su deseos y necesidades.

La verdad de un concepto que jamás ha sido errada no se puede decir que es verdadera, sino sólo por extensión. La concepción de un objeto que jamás ha fracasado simplemente forma parte de él, no se manifiesta como una concepción subjetiva hasta en tanto no haya una escisión que, por el fracaso (efectivo en la vivencia o posible en la imaginación), haga imposible la concepción que se tiene aún cuando el objeto permanezca. Un concepto se falsea cuando lo que no debería suceder —dado el sentido con el que se ha concebido algo— sucede (lo cual excluye de la existencia este sentido), mientras que el objeto permanece existiendo: se escinde el objeto de su concepto, se separa lo que existe de lo que no. El encuentro con lo que se opone a nuestra concepción nos hace conocer de ella, nos la manifiesta como algo que está en la determinación nuestra del mundo, lo que antes no es posible2; se hace patente la disociación entre lo que de mí le llega al mundo y lo que el mundo desde sí me manifiesta, evidencia lo supuesto, que antes se confundía con la apariencia del objeto mismo.

La verdad, entonces, es siempre positiva, pero —también siempre— nace como respuesta a la negación. El mundo existente niega la efectividad de lo que hay en la consciencia como objeto-ya-concebido y, después de este fracaso, el Yo su-pone la nueva determinación objetiva que al final se verificará o se falseará. La fuerza que adquieren los conceptos y la judicatura depende, pues, de la repetición de su ejercicio; esto es, de la mayor verificación de su efectividad. Pero la consecución efectiva de lo que se busca a partir de una concepción específica no quiere decir que eso garantice una correspondencia con lo real, sino sólo con lo que me ha tocado; garantiza, sí, una efectividad en el mundo hasta ahora, pero este mundo nace de mi sensitividad y de las relaciones entre ellas que he descubierto y de ninguna manera se puede pretender que alcancen lo que son desde sí los entes. La fuerza que da la verificación a los conceptos es la que los vuelve verdaderos en el ahora de la consciencia y proporciona la seguridad en la determinación de lo porvenir a partir de ello (determinar que el sol saldrá mañana y actuar sin la preocupación de que no sea así, por ejemplo).

La verdad no es una correspondencia entre lo conocido y lo real [entre lo existente y lo ente]. Ninguna relación tal puede ser verificada; la verificación ocurre solamente en el ámbito consciente y ahí es donde tiene toda su determinación la verdad. La no correspondencia de lo concebido en la existencia con lo ente en lo real falsea el concepto, pero esto no quiere decir que un concepto no falseado efectivamente corresponda a la realidad. El descubrimiento de lo que hay en el mundo es la determinación de las rationes de lo objetivo, de tal manera que es imposible sugerir que lo que se encuentra en el conocimiento de lo existente corresponde igualmente a lo ente, aunque resulte de una interacción entitativa, puesto que es siempre lo sensitivo lo que funda el conocer. La efectividad de lo concebido [del concepto] asegura que lo que se eyecta del objeto sea verdadero; es decir, se verifique; la verificación es el movimiento en el que ocurre en el mundo lo que se proyectaba que ocurriría. Es esa la operación de la verdad: en la consciencia, asegurar lo que se concibe en su efectividad. Pero, entonces, un concepto puede ser verdadero y al mismo tiempo no corresponder con lo real; y seguiría siendo verdadero hasta que se falsee [hasta que se descubra el fracaso que implica esa {previa} verdad], porque la verdad es una determinación conceptual. No se puede decir que lo que antes se pensaba efectivamente verdadero y ahora se descubre falso ha sido siempre falso, porque eso es hacer de la verdad una cualidad objetiva [que objeta como sensitiva], cuando se trata de una cualidad subjetiva [que sujeta a la concepción del objeto]: era, antes, verdadero, pero se ha falseado.


  1. En adelante, cuando se hable simplemente de “eyectivo” se entenderá tanto lo preyectivo cuanto lo proyectivo.

  2. No se trata de que el fracaso en la actualidad del ente que Somos sea la única manera de volvernos conscientes de las concepciones que determinan nuestra existencia, también se le puede oponer un pensamiento, una imagen, o la palabra de otro, pero lo que aquí se describe es la operación básica que manifiesta el discernimiento de lo que es verdadero y de lo que no a la consciencia.