La decisión de poner al secretario ¡de relaciones exteriores! como coordinador de las operaciones de emergencia por el COVID‐19 no tiene sentido técnico: es una designación política. Ya son varias las tareas que se ha arrogado Ebrard sin que sus capacidades lo ameriten. Como en el neoliberalismo, se le asignan responsabilidades sin más mérito que su cercanía personal con el ejecutivo.
Si López Obrador confía tanto en sus capacidades operativas, ¿por qué no lo pone en Gobernación y ya? Parece un intento de posicionarlo como presidenciable hacia 2024. Ciertamente, Ebrard no es un ejemplo de incorruptibilidad; y, entonces, ¿dónde queda la honestidad como principio máximo de este gobierno?