Los gasolinazos (más que toda la corrupción, abusos, injusticia, muerte…) fueron el golpe contundente que propulsó la caída estrepitosa del peñismo y, con ello, del neoliberalismo. Obviamente, todo lo anterior se veía engranado en estas alzas evidentemete injustificadas.
La lucha contra el huachicol, en cambio, sí tiene una justificación palpable para una población que, caprichosa, va también perdiendo la corta paciencia que tiene cuando uno se memete con sus rutinitas. Pero la justificación que se da es sólo la de la superficie: Sí, se trata de acabar con el huachicoleo en un plazo inmediato; pero lo importante es que se trata de rescatar a Pemex para la nación. Pemex: el pilar que sostuvo al presupuesto federal y que permitió alguna soberanía económica para el país desde el cardenismo y que dio, así, margen de maniobra para poder implementar políticas públicas, programas de obra pública, de cultura, de asistencia, de cualquier cosa que se necesitara.
Esta batalla es, pues, la que va a definir el arranque del rescate del país; no es, pues, algo menor. Y eso bien vale la pena de meterse en el volátil asunto de la gasolina.