El que la oposición reaccionaria aproveche los errores, descuidos, consecuencias casuales, confusiones declarativas (o el que los invente si no los hubiere) es, tristemente, el nuevo estado de cosas.

Peor: lo más probable es que en, algún momento, alguna de estas banderas de conveniencia —pues nada de lo que defienden se deriva de sus inexistente principios— prenderá entre la gente. Cabe esperar que cuando eso pase se tenga ya el suficiente curtimiento para reconocer los intereses que mueven a los opinantes; pero para eso es necesario que se garantice el espacio para la disidencia así en el país como en el partido.