2.6
El gozo es el estado del ánimo más cercano al bien-estar, y el sufrimiento, al mal-estar. El postulado entitativo se manifiesta cada vez a la consciencia como el ir en pos del Bien, lo que en la temporalidad existencial no puede ser más que una estancia; esto es, un momento al que se llega desde algún otro que pasa, y que termina por desaparecer en la evanescencia deviniente para dar paso a otro que llega. El Bien, en la inmediatez de la actualidad sensitiva, es el placer; en la temporal ocurrencia existencial del sentido de lo sensacional, es el agrado. La dimensión ontológica especulativa, sin embargo, permite a la existencia superar todavía el ahora conceptivo-sensitivo y poder presenciar la posibilidad del mundo en el espejo emulativo —por la concepción imaginativa—.
El gozo se manifiesta sólo si la existencia se inunda de sensaciones placenteras, pero, en una consciencia con la capacidad de especular lo que le pasa para alcanzar lo que del mundo será más allá de lo que le enfrenta sensitivamente, más allá de este momento y de este espacio, tal placer sólo puede así sublimarse si también lo que se especula [la posibilidad del mundo a la que me enfrento reflexivamente] es placentera. Con esta dimensión de la consciencia las apelaciones sensitivas despiertan la consideración de lo que me pasa más allá de la sensitividad; es decir, más allá de lo sensitivo, por lo que el solo placer o el solo agrado no bastan para que sea gozosa esta estancia (a menos que la capacidad del ingenio o las instancias del Yo no permitan una consideración de lo que acontece). Es decir, que por la dimensión especulativa se alcanza a lo en el mundo más allá de lo que ahora me toca, y esta consideración que trasciende la sensitividad le arranca, al mismo tiempo, la efectividad existencial, con lo que las concepciones eyectivas especulativas también se representan y, así, apelan también a lo que Soy y, como tal, merecen la respuesta entitativa, motivacional: se significan para lo que Soy; se presentan como una situación emergente, como una realidad efectiva —aunque degradada— que me determina para mi actuación. De esta manera, sólo cuando también estas eyecciones especulativas convengan al ánimo gozoso éste se dará. Empero, también puede darse que la capacidad del ingenio o que las instancias del Yo [lo instinto-instituido] —que son las que conciben la especulación— no puedan —ya porque se encuentren atrofiadas o aturdidas, ya porque no tengan suficientes elementos— concebir imaginativamente y, así, considerar lo que les pasa; y en este caso ocurriría que la actualidad sensitiva, placentera o agradable, sería bastante para que goce quien la padezca.
Otro tanto ocurre, de manera análoga, con el sufrimiento: es la inundación de sensaciones dolorosas, que se tienen que determinar con la ocurrencia de la consideración de lo que pasa, y no sólo de su actualidad sensitiva, a menos que su capacidad de consideración se atrofie o se aturda, etcétera.
Así, pues, como el gozo y el sufrimiento involucran, casi siempre, una consideración más allá de la inmediatez sensitiva, lo que abona a su consecución es la seguridad o la inseguridad de que esta situación permanecerá y, quizás, de que habrá o no repercusiones malas o buenas de lo que está pasando, etcétera. Hay, básicamente, dos maneras de asegurarse el por-venir: la habitación y la posesión; de esta última se hablará enseguida.