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La introspección no es un escudriñamiento hacia adentro como si se voltearan los ojos para ver si se encuentra a un mí-cosa y cómo se encuentra; no es buscar qué hay contenido en el continente del Yo: no hay tal; el Yo como continente sólo lo es en el ámbito físico, en que el cuerpo contiene todo lo que interiormente lo constituye, pero hasta ahí. La existencia es temporalidad, no continencia o abarcamiento. Cuando se quiere inspeccionar a lo que Soy, no hay un algo al cual asirse; la consciencia fundadora de la temporalidad no puede alcanzar al ente que la funda, ni tampoco puede desligarse del devenir constante de sus ocurrencias, de lo que le pasa, ni, por lo tanto, del ánimo que la sujeta en su acontecer.

La introspección sí se vierte sobre el Yo que soy, pero no como un objeto establecido al que hay que analizar para determinar de qué está hecho. El ente que Soy permanece inalcanzable en tanto entitativo, no puede haber una objeción —fuera de la del cuerpo al cuerpo— del ente que Soy a mi entidad; así, ésta no se manifiesta ante la consciencia para someterse a inspección. La introspección es diferente: Es acercarme a mi constitución entitativa por mis actos pasados y potenciales, por mis afectos, por mis búsquedas y evasiones; en una palabra, por mi subjetividad. La introspección consiste en una manipulación de aquello que sujeta a mi existencia: es provocar ex profeso a mi motivación para que se manifieste.

Al igual que el conocimiento de las rationes de lo que me objeta, el conocimiento de las de lo que me sujeta se da por la inter-acción, por provocar a lo que se experimenta desde mí [intensivamente] para que se manifieste; aunque la relación de experimentación con lo que me sujeta no puede darse en los mismos términos cuyos de lo que sólo me objeta, pues la variación de mi ente se manifiesta sentimental y no perceptivamente. Es decir, que no se trata de investigar lo que Soy corporalmente, como lo hace la ciencia médica ni de investigar las manifestaciones objetivas de mi entidad, cosa que se hace por medio de los sentidos extensivos: ello no sería introspección sino investigación experimental objetiva, como la que se hace todos los días con todas las cosas. Lo que se busca en lo introspección —ya se ha apuntado— no es manipulable por un movimiento extensivo. Hay sensaciones en la existencia —y todo en la existencia es sensación— que no se pueden atribuir a los sentidos externos, sino que vienen desde la motivación: el dolor, la angustia, el miedo, etcétera son sentimientos que la manifiestan (aunque la manifestación motivacional no se agota en éstos) y que por no ofrecer una expresión —en tanto sentimientos— que objete a más entidades que a la mía carecen de la familiaridad nominativa y del análisis detenido que las cosas del mundo allende sí tienen. Los sentimientos carecen de una consideración tan detallada, pues simplemente pasan, sin repercusiones prácticas tangibles. Las actitudes son respuestas judiciales de los sentimientos.

Con lo que se busca inter-actuar en la introspección no es con la manifestación extensiva de lo que Soy [con mi cuerpo tal y como se da en la sensitividad extensiva], sino con la intensividad del ente que funda mi existencia. Pero no se crea que esto significa que conocer la sensitividad intensiva me coloca más cerca de mi entidad que de la de los entes ajenos; no es eso lo que se dice. La sensitividad intensiva [los sentimientos] manifiestan la condición de la motivación que sujeta a mi existencia, y ésta es sólo una distinta modalidad sensitiva —que es subjetiva— de interacción con su acaecimiento, y nos da cuenta de una región que configura en la consciencia —a la postre— la particularidad conceptual del ente que somos. Pero esto no quiere decir que el ámbito sensitivo-consciente sea remontado, sino que hay una modalidad sensitiva que se nos da y que no se le da a nadie más y cuya concepción judicial es mucho más fuerte —en contraste con su concepción categorial, que es más débil— que en la sensitividad extensiva. No hay pues, con el ente que Soy, una mayor proximidad ontológica (todo sigue existiendo espacio-temporizado), pero lo que sí hay es una sujeción existencial.