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¡Puta desgracia! ¡Maldita suerte! Infamia divina, inasible desprecio; abandonas mi existencia, dios que nunca me miras «…porque hay desventurados que, por migajas, besan la bota sucia que los ultraja» El mundo, receloso de sí, se entrega diáfano tras una pocas súplicas, sufrimientos, torturas, y muertes del alma: lástima que es inefable. «También la ira me dijo “¡mata!”, también la ingrata me abandonó» «El dinero no es la vida, es tan sólo vanidad» La persecución de lo bueno más allá de lo presente: eso es el trabajo: eso es lo humano. Cocinamos y comemos, pero yo no sé por qué siempre el olor queda. Después de la muerte y de la digestión, olemos a nosotros todavía. Perdido, para siempre solo «desde que te fuiste no es visto flores, ni los pájaros cantan, ni el agua corre» Y el tiempo sigue pasando ¿Por qué no me muero ya? ¿Por qué sigo caminando, sólo para cansarme? | Y el tiempo sigue pasando, rápido ¡Alto! Por un día fuiste feliz. Recuerda que ese día te lo dijeron y tú respondiste que la vida era igual. Y ayer la viste despedazada ¡Recuerda! En la antigua tierra de los candelabros y las noches arboladas. Por más que se escondan y que se traguen a sí mismos ellos saben que son insignificantes, detestables acaso… y por eso hay que temerlos. Mendacidad de indigna gente que poco es y en mucho pretende superar a los otros. De risa y de trajedia. De muerte, debiera ser: que aprendan Estoy raro, no sé si comer algo me sirva, no sé si humillar gente me sirva; tal vez la tele me ayude a no pensar… o a atravesarme un poco. Muy muchos no saben distinguir la retórica barata del buen decir: aprecian lo primero y de lo segundo opinan lo que les dicen que opinen. Un reguero de mierda: a su paso todo se colmaba. Detrás cuyo, uno que comía lo que más podía. Delante, uno que lamentaba su altivez de ser. Mendicidad creciente la de los días aquellos en los que los hombres se miraban y decían “vamos por buen camino”. Y llegamos aquí, casi vivos Hay veces que entre más correcto se habla, menos se comunica. Hay que hablar mal para que se entienda… hay veces. Mi oficio es cobrar por lo que debiera hacer movido sólo por la voluntad de no morir en la inmundicia. Pero mi vida también importa un poco Esperar cubierto por las cobijas, abrazado a un peluche, destrozados los ojos por la hinchazón, no es la mejor forma de conseguir pastel. Si se encuentra con la noticia de la desecación de los mares todos, no tema, es que el negro de sus ojos y el canela de su piel ya no están. No hay persona peor para este mundo que un pendejo con iniciativa… No sé si esto haga lo que se supone que debe hacer, pero hoy no tengo tanto tiempo como para comprobarlo. Aventura. Buena idea, esa de meter su cara en una bolsa y su cuerpo en un costal, pero ahora explique: ¿cómo piensa salir del fango? Me quiero morir, que me coma el tiempo y me arrastre por lo que fui, por los tiempos insaciables de antaño, por el sentimiento que se acaba Hola, pretencioso señor; hoy lo vi muy enjundioso. Su hija estará de nuevo llorando, de nuevo echada en el silllón por horas. No puede más. El des‐tierro: despojado del sustento, de la memoria que guarda lo vivo de lo que ha vivido y de los sublimes encuentros con lo ya‐sido. Disfruto envanecerme con lo que podría hacer o con lo que casi he hecho o —a veces— con lo que ya hice; nunca con lo que estoy haciendo. Malo En el momento más adecuado para alcanzarla, en el raro instante que pudo ver sus ojos sin que ella lo mirara, un tropiezo. Gran pérdida ¿no?