Bitácora

El que la oposición reaccionaria aproveche los errores, descuidos, consecuencias casuales, confusiones declarativas (o el que los invente si no los hubiere) es, tristemente, el nuevo estado de cosas.

Peor: lo más probable es que en, algún momento, alguna de estas banderas de conveniencia —pues nada de lo que defienden se deriva de sus inexistente principios— prenderá entre la gente. Cabe esperar que cuando eso pase se tenga ya el suficiente curtimiento para reconocer los intereses que mueven a los opinantes; pero para eso es necesario que se garantice el espacio para la disidencia así en el país como en el partido.

Mal augurio para los bosques y selvas brasileños, ahora bajo el arbitrio del neo‐fascismo. Mal augurio, pues, para el resto del planeta.

De verdad que no entiendo tanto elitismo barato que ha provocado la creación de las cien universidades “para el bienestar” propuestas por el nuevo gobierno.

No se entiende que el modelo en el que se basan está más cercano al de las Normales Rurales que al de la UNAM.

Se lanzan cuestinamientos ¿in?‐voluntariamente estúpidos. Que de dónde van a salir los profesores e investigadores; que cómo se va a conseguir que se consoliden en los rankings internacionales… Como si la UNAM fuera un modelo de institución pública, como si ésta cumpliera su deuda social con el pueblo mexicano; como si no se reparara en el daño que ha provocado el centralismo priista, como si las instituciones no fueran capaces de evolucionar.

Lo que parece es más bien una pataleta porque esos recursos no se los dieron a ellos y porque no se los puso a ellos a cargo del reparto del botín (que así es como consideran al presupuesto y a la asignación de plazas).

Con una rapidez que sorprende, los voceros más cínicos de la derecha, sus bots y los hueros políticos residuales del neoliberalismo despiadadamente cleptócrata han coordinado una rabiosa campaña de propaganda para dominar la narrativa del helicopterazo poblano. Esto nos pone ante dos prospecciones, la una ridícula y la otra altamente preocupante.

Es ridículo que quiera asociarse a la figura de AMLO con prácticas gubernamentales represoras o violentas. Él siempre se comportado como un pacifista, presumiendo de que en las protestas que encabezó jamás “se rompió ni un vidrio” aún cuando sus bases le exigían acciones contundentes y había decenas de miles dispuestos a jugar su vida pidiéndole que llamara a un alzamiento armado. Él, que soportó que le arrebataran la presidencia del país respondiendo sólo con el cierre de una avenida (medida simbólica y sabidamente inconsecuente, que parcialmente estuvo destinada a canalizar la inconformidad de manera ordenada). Él que ha elegido soportar de sus antecesores un protagonismo cínico de oposición a pesar de tener los elementos necesarios para desatar una persecución judicial masiva y, sobre todo, justa por sus actos criminales.

No hay en la personalidad de Andrés, o de los ocupantes de los mandos policíacos de su gobierno ni un asomo de tales actitudes.

Tampoco habría necesidad alguna de tal acto. En primer lugar, porque de ser tan importante para él el control morenista del gobierno poblano y de estar dispuesto a semejantes actos, habría sido muy fácil cabildear en el TEPJF una sentencia de anulación; máxime porque éstos le mandaron un guiño con el proyecto de resolución, al que finalmente rechazaron ante la nula respuesta del ejecutivo.

El desplome de aeronaves es un sello distintivo del panismo, que tiene una extensa lista de semejantes “accidentes”, cuyos protagonistas han tenido en más o en menos relación con las corporaciones de seguridad. Si hubo alguna falla prevenible en el desplome del helicóptero ésta debe estar relacionada con la corrupción en el mantenimiento de éste, o a un sabotaje relacionado con las actividades extra‐oficilales de Moreno Valle.

Es preocupante porque está delineando una campaña de propaganda calumniosa bien coordinada que se proyecta a ser la estrategia de la reacción durante el sexenio, bien en línea con las que se han aplicado, con mayor o menor éxito, en Sudamérica.

Lo importante no es tanto el contenido concreto, porque al fin de cuentas la ridiculez de las especulaciones y calumnias caerá por su propio peso. Lo que se busca es crear una imagen, una reputación por un martilleo constante de calumnias. Por suspuesto que los partícipes de la presente no se darán por enterados del resultado de las investigaciones, sea quien sea el que lo dé; para entonces se habrán movido a la siguiente calumnia y, antes de que ésta se desmienta, seguirán con otra y otra y otra.

El recurrir a las fake news (en su sentido originario, no en el del trumpismo) para crear una corriente monolítica de visceralidad y animadversión contra la persona y el proyecto de la Ⅳ república es la finalidad. Faltará ver si la autoridad moral —indestructibilidad como él la ha llamado—de AMLO es capaz de contener esta andanada; es muy probable que sí, pero también se ha visto que, a pesar de que la persona salga indemne, el desprestigio del partido puede ser suficiente para los derechistas (como en Brasil lo fue) (lo que no ha pasado aquí hasta este momento, pero apenas vamos empezando).

Una diferencia considerable entre ésta y todas las campañas anteriores de calumnia contra el lopezobradorismo es, en primer lugar, que no se es más oposición, sino gobierno en funciones (lo que pone, en el ideario mayoritario, una perspectiva de ofensiva); y en segundo que, además de los políticos, los opinólogos (a quienes les gusta otorgarse un lugar de influencia que no corresponde con la realidad) se han dado a repetir no falsedades disfrazadas de argumentos como lo solían hacer, sino claras y busrdas calumnias. Basta darle una ojeada al #AMLOAsesino en twitter para curtirse del nivel de la ignorancia, visceralidad, saña, rencor y manipulación que se exuda de los opinones y sus esquiroles, bots o genuinos.

También hay que destacar que el grueso del aparato detrás de todo esto proviene del PRI, lo que dimensiona significativamente el propósito y alcance de la campaña que están promoviendo.

Hace falta ver la respuesta de la opinión popular. AMLO dice confiar en su inteligencia y sentido común. Yo, por el momento, estoy de acuerdo con eso; pero no creo que sea tan firme como él parece suponer. AMLO ha repetido ya varias veces que no habrá “divorcio” entre el poder y el puebo; pero poco se ha visto de la disposición del pueblo ha no divorciarse del ejecutivo, y es eso lo que debería buscarse ya.

Moreno Valle, padrino del huachicol, paladín de la ley bala, burdo golpeador político, defraudador de la democracia, poco más que un criminal y un traficante de influencias ejemplar; y su mujer, virreyna de Puebla, presta sucesora de todo lo anterior, han cesado su existencia.

Se aprestan para ellos ridículos homenajes y revindicaciones. La corrección política y el respeto al duelo exigen del poder federal respeto; pero no del pueblo, víctima sin concesiones de la ambición despiadada y sociópata de los socios antedichos.

Se {me} hace cada vez más evidente la necesidad de un espacio público en internet. Público en el sentido de que no sea controlado por ninguna entidad privada dispuesta siempre al lucro y a imponer sus valores, ideologías e intereses en la censura de las expresiones individuales.

Este espacio, siendo público, debería ser proporcionado y mantenido por el Estado de manera análoga al espacio público físico. El código de éste debe estar abierto, respetar la el derecho al olvido (probablemente incluso tener por default una tiempo de expiración que pueda ser anulado por el usuario), tener opción al anonimato y con la única censura de lo que marca la ley (discursos de odio, asiciación delictuosa, etc.). Probablemente pueda basarse en o integrarse con las redes federadas independientes que existen ya.

O ya de menos un hosting subsidiado para informaciones y plataformas de interés público

Es la única manera ir forjando una verdadera libertad expresiva y comunicativa en este mundo cada vez más dependiente de lo on‐line.

Los beneficiarios de la política de no persecución a la corrupción del pasado actúan con el cinismo de quien a eso tuviere derecho, en vez de ser una concesión necesaria —no cómplice— en pos de una meta más urgente. Tal vez un golpe sobre la mesa redimensione la naturaleza del gesto; y Mancera parece cada vez más como el mejor candidato para ello.

Propongo la creación de la medalla Eduardo Medina Mora a la independencia del poder judicial.

Finalmente, el ejecutivo decidió recortar más su propio gasto para poder cubrir con las demandas monetarias de las universidades públicas. En respuesta, Graue y amigos anunciaron que lo ejercerán con austeridad. Vaya pues, si así lo dicen —y, siendo como son, incapaces de mentira—, no queda más que creerles y congratularnos: la prudencia, decencia y honestidad gobernarán en adelante los destinos universitarios.

Es una falacia de mala fe el decir que la reducción del presupuesto a las universidades es una reducción del presupuesto a la educación.

La UNAM ha escapado durante mucho tiempo al escrutinio de su alta burocracia y sus prácticas presupuestales en general. Escudándose bajo el argumento de ser la institución “más confiable” del país, se ha creado un aura de sacralidad a su alrededor; y, aunque las contribuciones de sus académicos e investigadores son fundamentales para las grandes discusiones nacionales y para su misión fundamental de aumentar el conocimiento científico —y en general— para el país y para la humanidad; es posible señalar sus errores sin despreciar lo antedicho.

No se trata sólo de los gastos frívolos, como viajes en helicóptero, o el uso —a veces exclusivo— de SUVs para transportar a investigadores o administrativos, las botellas miles de pesos, o los arreglos florales (cambiados cada semana) de mil quinientos para adorno de las oficinas de los directores de facultades e institutos, o de las millonarias fiestas de fin de año, o de las innecesarias remodelaciones. Se trata de que la política de gasto en general se alínea con la corrupción reglamentada (no tienes que robar para tener privilegios, simplemente te los asignamos como prestaciones) y desprecia los rubros que más beneficien a la misión que dicen ellos defender: Las cafeterías son concesionadas como negocios, y no se da a los alumnos becas alimentarias; los profesores de asignatura son tratados como accesorios desechables y reciben una paga muy desigual en comparación con los de carrera; la producción editorial y los proyectos de investigación están altamente politizados y son así irrelevantes; el compadrazgo y la discriminación son práctica corriente y normalizada; etcéreta.

La discusión debe empezar desde el interior, y la verticalidad y los privilegios en las universidades deben tomar un lugar central cuando se hable de sus recursos monetarios, y se debe, en fin, re‐evaluar la manera en la que las universidades públicas obedecen a su encargo constitucional.

No les basta con soportar y promover el horror conceptual que significa llamar a este estado “Ciudad de México”, y abreviarlo de la estúpida manera en la que lo han hecho; además, lo expanden.

Cuando uno se refiere a “la” ciudad de México se habla de una ciudad (sustantivo) cuyo nombre es “México”; esta ciudad que en el agún momento estuvo contenida en el territorio del otrora Distrito Federal, fue creciendo y hoy puede entenderse como la mancha urbana que ocupa la antigua ciudad y su zona conurbada (con‐urbado: ser la misma urbe). Cuando uno se refiere al estado Ciudad de México, se habla de un estado cuyo nombre es “Ciudad de México” y que es una entidad federativa con fronteras políticamente definidas.

Así que se puede hablar de que algo pasa en la ciudad de México (la entidad urbana) o de que algo pasa en Ciudad de México (la entidad federativa; esto es, en el estado de Ciudad de México), pero no de que algo pasa en la {estado} Ciudad de México, pues esto es ridículo. En otras palabras, si se escribe “Ciudad” (con mayúscula) se refiere a el estado y por lo tanto no se puede usar el artículo “la”.

Si van a usar denominaciones ridículas, por lo menos tengan la bondad de respetar la semántica correspondiente.

Nota: Ciudad de México no es técnicamente un estado de la república; el llamarlo así es para hacer más claro el asunto.

Es obvia la alianza que han forjado la oposición reaccionaria con los miembros de la máxima sala del poder judicial para conservar los privilegios de los segundos, y tener un poderoso recurso político, los primeros.

2018, dic. 9

El discurso del Presidente en el Zócalo abre efectivamente una perspectiva de las motivaciones y objetivos de las decisiones tomadas durante la transición, y de los puntos de mayor interés al inicio del sexenio.

La candidez con la que se presentó al pueblo un informe y carta de inteciones dibuja nítidamente la intencionalidad —falta lo que la práctica nos depare— del {jefe del} ejecutivo.

Muchas dudas fueron aclaradas; muchos mensajes, entendidos; muchas posturas, definidas; mucho amor, expresado.

En general, un festejo que a la vez convoca a permanecer atentos y de pie.

¡Pero qué pinches chingón se siente el tener un presidente de veras!

Dejando de lado la supina ignorancia de llamar “dictador” a Maduro, el hacerlo en un acto del que está ausente y en el que su participación no llegaría a tangencial, y el tratar de empañar con protestas vanas un acto republicano y soberano de la nación, los pinta como la oposición desubicada e insustancial que tenderán a ser.

Empezamos.

A desmantelar el neoliberalismo asesino de gentes y de vidas.

A tener un gobierno que escuche las voces de los que bajo él viven.

A construir, juntos, lo que se pueda.

¿Por qué pretenden igualar el asunto del “fiscal carnal” del peñismo con el hecho de que el procurador —ahora llamdo fiscal— general sea electo por el senado de una terna enviada por el ejecutivo?

La vara con la que se está midiendo al lopezobradorismo aún no en funciones es la de la idealidad; y eso está bien. Pero es desconcertante que en los análisis ahora, como en los de los sexenios anteriores, los expertos y las OONG supongan un ambiente de normalidad institucional y legal, o es decir, que ignoren la realidad del perfil ético y político de los que ahora son inmensa mayoría en la administración pública y entre ellos mismos, auto nombrados representantes de su entelequia que llaman “sociedad civil”.

Exigen leyes perfectas en una país cuyo nivel de urgencia fáctica son incapaces de dimensionar.

No veo qué es tan difícil de entender sobre la postura del AMLO respecto de la corrupción del pasado: La resistencia y los conflictos que se desatarán por tocar los más altos intereses de los aún poderosos políticos —y sus anexos empresariales‐delincuenciales— no valen el desgaste, tiempo y energía que serán necesarios: es mejor emplearlos en la construcción de un régimen nuevo.

Las interpretaciones claramente tergiversadoras —el Reforma, el más descarado— intentan vender la imagen de que AMLO permitirá la corrupción como una opción política; ante lo cual él ha sido claro: ésta se castigará (hacia adelante) sin exepciones.

Si después se decide que sí merece el desgaste y los conflictos que AMLO quiere evitar, es otro asunto. La discusión no puede darse en los términos simplistas que los opositores pretenden.

El próximo gobierno se enfrenta con el siguiente dilema: De un lado, concentrar todo el poder posible en el ejecutivo para hacer cambios rápidos y tener un mayor control de los funcionarios designados; lo que deja la puerta abierta para que con la misma rapidez y control un futuro gobierno deshaga lo hecho. O, de otro lado, crear instituciones independientes que puedan consolidarse y asentar una institucionalidad fuerte, pero avanzar lentamente en los cambios para los que seis años serán insuficientes.

2018, nov. 21

Tal vez, y sólo tal vez, las peripecias y estrategias de la marcha fifí y del PAN llamando en el congreso “dictadura” a un gobierno que ni aún empieza echen luz a la gente acerca de lo que pasa en Venezuela y la maquinaria propangandística con la que nos la pintan.