La luz de estos días
Recostado en el pasto, o en la arena… Tantas cosas hay, y tanto el tiempo ajeno. Si se pudiera capturar, si pudiera robármelo, y que fuera todo para mí; solito yo, solito siempre.
No son las palmeras, ni las olas que rompen indiferentes y juguetonas, ni el estómago lleno, digiriendo vidas que no le corresponden (soles de otros tiempos): Es la disolución que, escondida en el imperceptible instante, avanza impávida y serena, saboreando su ser la única eternidad. Es eso lo que hace al día sonriente; este día de hoy, con todas sus luces. Y nosotros, entes decadentes, persiguiendo ingenuos la luz; la de una mueca afirmadora o la de un postre… volcados todos a las pocas ventanas que se abren de la piel al infinito grosero de la impertenencia, a la irrecuperable cavidad de una madre.
¿Serán las pantallas la luz de estos días?, ¿será su fulgor la ilusión de la ternura, el espacio de la cabida, la carne de otra carne? La digestión agónica de lo metafísico, la inanición fatídica de nos, fantasmas resignados, pneumas estancados.
Albricias, sin embargo; pues los colores no nos han abandonado, y los amores nos ignoran por pura vanidad, y en ella han de ahogarse, ¡desdichados!, sabiéndose minúsculos y creyéndose dueños de lo inexistente.