2008, dic. 26

《LYSIS》 〔23・XII・2008〕

Estos últimos días y meses, algo más de seis, yo diría que siete… Sonrisas y tarareos que no pueden menos que cautivarme; una cierta forma de caminar, una cierta forma de hablar, una cierta forma de quejarse, una cierta forma de vivir.

Hablar y decir, y después callar. Y caminar, caminar mucho. No saber nada, no querer saber, a veces, pero siempre estar ahí. Lágrimas, tantas lágrimas cuantas no he derramado desde que era niño: desde que toda emoción era magnificada por la irresponsabilidad de la vida, desde que lo práctico no me competía, desde los días lejanos en los que amanecer no era conflictivo (sólo el anochecer y, sobre todo —muy sobre todo— el rojizo atardecer en una casa que mira hacia el poniente).

Descubrir cosas y caminar, las más de las veces, sin que yo tuviera un rumbo, ni una orientación. Llévame, llévame por favor al descubrimiento de eso que siempre está ahí, que siempre ha estado, pero cubierto par mi vista, cubierto por cataratas oftálmicas… Hazme, moldéame; soy tonto, lo sé, y no tengo derecho de pedirte que lo soportes, de que lo cargues, de que lo entiendas. Soy tonto. Soy pequeño. Soy inválido. Y, sin embargo, te quiero.

Un abandono, sí, abandonarme. Una distancia infinita, que ha comenzado a hacerse más pequeña (un infinito más pequeño); y un significado irreemplazable, y un cariño que sólo se verá destruido con la destrucción mía. Huellas indelebles y la aparición de nuevos mundos, mundos llenos de adjetivos, y sentir hoy y mañana… y darle un nuevo significado a despertar y ver por fin al sueño como un obstáculo, y poder entregarme nuevamente al descuido, y de vez en cuando enroscarme en el piso.

Festividades y hostilidades varias, todas hechas —sí, hechas— y sólo desechas por el tiempo (deshechas objetivamente, y nada más que eso).

Y, sobre todo, la entrega: la entrega temporal; te entrego mi futuro y en todo lo que haré (y que aun no hago) todo lo que proyecto, en todo estás tú. La construcción de lo que me sigue sobre el cimiento de nuestra unión, sobre la ilusión de ver tu rostro primero en las mañanas, y último en las noches: antes que nada, después de todo, estar contigo… contigo que eres tanto, contigo que me muero… y con tus manos, y con tu boca y tus ojos… tus ojos y mi corazón.

Lleno de agradecimiento. Mañana, pase lo que pase; mañana, aunque el mundo me {nos} aplaste, estaré lleno de la gracia que me has dado, del pedazo de tu vida que te arrebato, de la fiesta que eres, de la suavidad que eres, de la locura que somos, de esto que empezó sin razón, de lo que se gestó esa noche que nos comió y nos escupió a una vida diferente, del encantador sonido de tu nombre y del timbre de tu voz…

Lleno del cachito de tiempo que pasamos juntos, lleno de estos seis (siete) meses, que tienen, sin embargo, más vida que varios años pasados (más vida, la vida que me has dado y la vida que has generado dentro de mí —estoy preñado de ti, preñado de Lysis, de eso que existe y que se llama amor y deseo y paranoia y miedo, un inmenso miedo, miedo de la muerte, miedo de la vida sin ti, que eres mi vida—).

Bonita, corazón, si pudieras comerme…