Que no se olvide que Morena fue la llave que abrió la posibilidad del cambio de gobierno, y que son su nombre y el proyecto que invoca el motor de la transformación.
Usarlo como moneda de cambio es un error gravísimo. Al final del sexenio, es el partido el que quedará, y éste debe estar por encima de cualquier persona o legislación particular.
¿Qué esperanza podría haber en un organismo que venda su dignidad por transigencias ocasionales? ¿Qué regeneración si fuere la influencia política el parámetro de aceptación y decisión?