En el asunto de la planta cafetalera de Nestlé se respira un inconfundible olor neoliberal. Demasiado empeño en complacer a la transnacional; ninguna escucha de los justos reclamos de los productores.
Por si fuere poco, así están sentando un precedente para sus otros mega‐proyectos: desconfiar de su palabra y de sus intenciones, de antemano comprendidas como embusteras.