Política nacional
De lo que pasa en el ambiente político mexicano: gobierno, instituciones, leyes, economía, partidos…
Hay categorías especiales para sociedad y para política internacional.
Escala aún más el intento de golpe mediático de la oligarquía neoliberal, abierta y oficialmente llamando a la desobediencia a la autoridad en tiempos de una emergencia sanitaria imprecedente, con tv azteca haciendo el papel de venevisión. Cuando la emergencia pase, vendrá la recesión. Bien hace AMLO en proponer adelantar la revocación de mandato: es tiempo de que sea el pueblo el que tenga ya la palabra, y no la millonaria campaña de deslegitimación y calumnia fabricada por bots, pero que quiere escurrirse entre las mentes crédulas y pre‐adoctrinadas.
La decisión de poner al secretario ¡de relaciones exteriores! como coordinador de las operaciones de emergencia por el COVID‐19 no tiene sentido técnico: es una designación política. Ya son varias las tareas que se ha arrogado Ebrard sin que sus capacidades lo ameriten. Como en el neoliberalismo, se le asignan responsabilidades sin más mérito que su cercanía personal con el ejecutivo.
Si López Obrador confía tanto en sus capacidades operativas, ¿por qué no lo pone en Gobernación y ya? Parece un intento de posicionarlo como presidenciable hacia 2024. Ciertamente, Ebrard no es un ejemplo de incorruptibilidad; y, entonces, ¿dónde queda la honestidad como principio máximo de este gobierno?
Está bien —por el momento— lo que está pasando en Morena: Está bien que las disputas sean públicas, y que los miembros prominentes del partido enseñen sus cartas y sus caras.
Lo que no estaría bien sería que los órganos internos no funcionaren, que el agandalle y la ambición “vulgar” tomen las decisiones finales y que la incipiente, multimorfa, 4T se empiece a hundir cuando ni empieza a caminar. Y esto tienen pasar sin la intervención —i.e., la instauración— de un jefe máximo.
Monreal está abriendo una herida, está poniéndole una prueba fundacional al partido. Del cómo se resuelva esto aprenderemos mucho del futuro del partido. Sí López Obrador interviene, sin embargo, quedaremos en las mismas que hace unos ochenta años.
No hay lugar a dudas: el asesinato de Samir Flores fue por su oposición a la termoeléctrica, y sus autores, personas con muchos intereses en ese proyecto.
López Obrador, efectivamente, no es represor. Su honestidad y su pacifismo han superado las pruebas más duras. No puede decirse lo mismo de sus delegados, gobernadores, o de cualesquiera otros con intereses casualmente coincidentes. Quien lo haya hecho, muy probablemente, como lo ha señalado el Frente de los Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua, se sintió amparado por el desprecio y la abierta descalificación del presidente al movimiento de oposición.
A veces parece que López Obrador se entiende como en campaña y no como jefe de estado. Sus críticas a los “conservadores de izquierda” se sienten más como un ataque personal que como una caracterización adecuada —que a veces sí lo ha sido—. Pero la campaña ya se acabó: ya no son estos movimientos adversarios o descalificadores políticos, sino mexicanos que justamente demandan audiencia y ejercen su derecho a hacerse escuchar; mientras que López Obrador es una autoridad, la autoridad, y su opinión tiene muchas más repercusiones de a las que está acustumbrado.
Mucho más allá de condenar este asesinato, el ejecutivo debe entender como prioridad la investigación de su autoría intelectual. Lo peor que puede pasar para la lucha social es que el asesino, aparte de impunidad, consiga su negocio mientras el gobierno federal mira para otro lado.
Este caso será ejemplar. ¿Qué mensaje recibirán los caciques, paramilitares, y todos a quienes les estorban los que luchan por su justicia?: Debe quedar muy claro que esto es intolerable y es responsabilidad del presidente ocuparse de que así sea.
El Proyecto Integral Morelos ha quedado bautizado con sangre.
Que no se olvide que Morena fue la llave que abrió la posibilidad del cambio de gobierno, y que son su nombre y el proyecto que invoca el motor de la transformación.
Usarlo como moneda de cambio es un error gravísimo. Al final del sexenio, es el partido el que quedará, y éste debe estar por encima de cualquier persona o legislación particular.
¿Qué esperanza podría haber en un organismo que venda su dignidad por transigencias ocasionales? ¿Qué regeneración si fuere la influencia política el parámetro de aceptación y decisión?
Sorprende que el Estado mexicano insista en fortalecer una lógica militar que privilegia la muerte de quienes considera “enemigos”, en lugar de reconocer sus garantías individuales, comenzando por el derecho a la vida, planteó la representación en México de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU‐DH).
Ah, ya veo; entonces el problema es que no tienen idea de lo que está pasando.
Demandan capacidad negociadora y oficio político, pero por ello entienden moches, maiceos, tranzas, compra de lealtades… Así anda su concepción del legislativo.
Los caballitos de troya de los organismos autónomos.
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Una breve pero iluminadora cuenta de lo que se está moviendo en Europa para conseguir el golpe y sometimiento en Venezuela.
Esto pone todavía más peso a la soberanía con la que se ha conducido el gobierno mexicano, para quien las presiones deben ser mucho mayores.
Después de décadas de debilitación deliberada de su capacidad productiva y refinadora, cargas tributarias imposibles, y corrupción exhudando de cada centímetro de Pemex —en los que no vieron problema alguno—, les basta un par de meses para degradar el valor que le ven para la utilidad de los inversionistas.
Que jamás se nos olvide que las fuerzas ideológicas, y ahora geopolíticas y militares que tienen a Venezuela bajo sitio son las que mueven estos hilos. Y esta degradación es un aviso, una narco‐manta de cuello blanco, para que no se nos ocurra desoír sus consejos.
Nótese la editorialización infantil, estúpida con la que bloomberg reporta el suceso. Puros principios rigen a esa gente.
En el asunto de la planta cafetalera de Nestlé se respira un inconfundible olor neoliberal. Demasiado empeño en complacer a la transnacional; ninguna escucha de los justos reclamos de los productores.
Por si fuere poco, así están sentando un precedente para sus otros mega‐proyectos: desconfiar de su palabra y de sus intenciones, de antemano comprendidas como embusteras.
Los gasolinazos (más que toda la corrupción, abusos, injusticia, muerte…) fueron el golpe contundente que propulsó la caída estrepitosa del peñismo y, con ello, del neoliberalismo. Obviamente, todo lo anterior se veía engranado en estas alzas evidentemete injustificadas.
La lucha contra el huachicol, en cambio, sí tiene una justificación palpable para una población que, caprichosa, va también perdiendo la corta paciencia que tiene cuando uno se memete con sus rutinitas. Pero la justificación que se da es sólo la de la superficie: Sí, se trata de acabar con el huachicoleo en un plazo inmediato; pero lo importante es que se trata de rescatar a Pemex para la nación. Pemex: el pilar que sostuvo al presupuesto federal y que permitió alguna soberanía económica para el país desde el cardenismo y que dio, así, margen de maniobra para poder implementar políticas públicas, programas de obra pública, de cultura, de asistencia, de cualquier cosa que se necesitara.
Esta batalla es, pues, la que va a definir el arranque del rescate del país; no es, pues, algo menor. Y eso bien vale la pena de meterse en el volátil asunto de la gasolina.
Hay que ver la notoria diferencia entre las maneras actuales y pasadas del combate al huachicoleo.
Ahora, se ha cambiado el método de distribución para romper la cadena de flujo, se ha evitado el acceso de los administradores a la información y toma de decisiones de los vehículos que lo transportan, se han resguardado los depósitos para que la ordeña no pueda darse. En fin, se trata de una estrategia real.
En el sexenio pasado lo que se veía era a las policías federales y estatales asolar poblados y asesinar gente que ellos asociaran con grupos de vendedores minoristas, ta vez desafiliados de la venia oficial.
Durante la campaña, una de las preguntas “espinosas” que solían lanzar periodistas y columnistas contra López Obrador era, precisamente, cómo iba a acabar con este problema; para que cuando él respondiera diciendo que combatiendo las causas sociales, ellos se burlaran aduciendo que era imposible y estúpido detenerlos sin que corriera la sangre, promoviendo como energúmenos la simulación asesina, la hipocresía a la que no le importa segar vidas, las que sean, sólo pa disimular.
Lo que estamos viendo es lo que pasa cuando el gobierno no es cómplice del saqueo a la nación.
El que la oposición reaccionaria aproveche los errores, descuidos, consecuencias casuales, confusiones declarativas (o el que los invente si no los hubiere) es, tristemente, el nuevo estado de cosas.
Peor: lo más probable es que en, algún momento, alguna de estas banderas de conveniencia —pues nada de lo que defienden se deriva de sus inexistente principios— prenderá entre la gente. Cabe esperar que cuando eso pase se tenga ya el suficiente curtimiento para reconocer los intereses que mueven a los opinantes; pero para eso es necesario que se garantice el espacio para la disidencia así en el país como en el partido.
De verdad que no entiendo tanto elitismo barato que ha provocado la creación de las cien universidades “para el bienestar” propuestas por el nuevo gobierno.
No se entiende que el modelo en el que se basan está más cercano al de las Normales Rurales que al de la UNAM.
Se lanzan cuestinamientos ¿in?‐voluntariamente estúpidos. Que de dónde van a salir los profesores e investigadores; que cómo se va a conseguir que se consoliden en los rankings internacionales… Como si la UNAM fuera un modelo de institución pública, como si ésta cumpliera su deuda social con el pueblo mexicano; como si no se reparara en el daño que ha provocado el centralismo priista, como si las instituciones no fueran capaces de evolucionar.
Lo que parece es más bien una pataleta porque esos recursos no se los dieron a ellos y porque no se los puso a ellos a cargo del reparto del botín (que así es como consideran al presupuesto y a la asignación de plazas).
Moreno Valle, padrino del huachicol, paladín de la ley bala, burdo golpeador político, defraudador de la democracia, poco más que un criminal y un traficante de influencias ejemplar; y su mujer, virreyna de Puebla, presta sucesora de todo lo anterior, han cesado su existencia.
Se aprestan para ellos ridículos homenajes y revindicaciones. La corrección política y el respeto al duelo exigen del poder federal respeto; pero no del pueblo, víctima sin concesiones de la ambición despiadada y sociópata de los socios antedichos.
Los beneficiarios de la política de no persecución a la corrupción del pasado actúan con el cinismo de quien a eso tuviere derecho, en vez de ser una concesión necesaria —no cómplice— en pos de una meta más urgente. Tal vez un golpe sobre la mesa redimensione la naturaleza del gesto; y Mancera parece cada vez más como el mejor candidato para ello.
Propongo la creación de la medalla Eduardo Medina Mora a la independencia del poder judicial.