La cultura y las artes
De lo que sucede con la cultura; así en el fetichizado canon de las bellas artes como en las expresiones auténticas y su lidia con el sinsentido.
Demandan capacidad negociadora y oficio político, pero por ello entienden moches, maiceos, tranzas, compra de lealtades… Así anda su concepción del legislativo.
Un cualquiera levanta la mano en una plaza, y las potencias mundiales hacen el resto. Como en sus mejores días de imperialismo en el xix, como si la gente venezolana fuera muda, ciega, sorda.
Washington cierra sus garras sobre su verdadero interés, y unilateralmente se apropia del dinero de PDVSA.
Sin tapujos, todos los potenciales beneficiarios de una política privatizadora y entreguista que ya les prometió su títere se manifiestan, presionan, aíslan… sin piedad despojan a los venezolanos de lo suyo, de alimentos, de medicinas, de lo que haga falta para que, desesperados, medio muertos de hambre, les den una legitimidad interna que nunca van a tener.
Un juego de conveniencias del mundo civilizado para obligar a un país soberano a que sea su sirviente, para que todos los demás aprendan lo que les pasa a los que se les niegan.
¿Otro Iraq, otro Vietman? ¿Hasta dónde se detendrá su arrogancia? ¿Hasta dónde vamos a seguir siendo sus títeres indefensos, sus explotados, sus muertos escondidos para que puedan negar internamente que su capitalismo es asesino?
Varias veces he escuchado de varias personas que “no se habla como se escribe ni se escribe como se habla”, y esa postura siempre me ha parecido confusa.
Puedo entender que la escritura requiera una manera discursiva particular, del mismo modo que una fiesta, un trámite o una clase, por ejemplos, hacen y requieren distintas maneras de expresarse, sea por el contexto o por el contenido de lo que se quiera decir; también es posible que la falta del sentido de urgencia de la expresión oral nos permita ser más cuidadosos y precisos al momento de escribir.
Pero estas personas han parecido señalar que el modo expresivo de la escritura es uno cualitativamente diferenciado de todos los demás; que hay palabras, fórmulas, modos argumentativos que se deben reservar para uno y excluirse del otro.
Por lo que a mí respecta, no me es posible mantener una barrera semejante. El nacimiento de lo pensado casi de inmediato se moldea en palabras, y el tener que re‐moldearlo para un uso o para el otro me parece una pretensión, a más de tediosa, inútil.
Hay que ver la notoria diferencia entre las maneras actuales y pasadas del combate al huachicoleo.
Ahora, se ha cambiado el método de distribución para romper la cadena de flujo, se ha evitado el acceso de los administradores a la información y toma de decisiones de los vehículos que lo transportan, se han resguardado los depósitos para que la ordeña no pueda darse. En fin, se trata de una estrategia real.
En el sexenio pasado lo que se veía era a las policías federales y estatales asolar poblados y asesinar gente que ellos asociaran con grupos de vendedores minoristas, ta vez desafiliados de la venia oficial.
Durante la campaña, una de las preguntas “espinosas” que solían lanzar periodistas y columnistas contra López Obrador era, precisamente, cómo iba a acabar con este problema; para que cuando él respondiera diciendo que combatiendo las causas sociales, ellos se burlaran aduciendo que era imposible y estúpido detenerlos sin que corriera la sangre, promoviendo como energúmenos la simulación asesina, la hipocresía a la que no le importa segar vidas, las que sean, sólo pa disimular.
Lo que estamos viendo es lo que pasa cuando el gobierno no es cómplice del saqueo a la nación.
Se {me} hace cada vez más evidente la necesidad de un espacio público en internet. Público en el sentido de que no sea controlado por ninguna entidad privada dispuesta siempre al lucro y a imponer sus valores, ideologías e intereses en la censura de las expresiones individuales.
Este espacio, siendo público, debería ser proporcionado y mantenido por el Estado de manera análoga al espacio público físico. El código de éste debe estar abierto, respetar la el derecho al olvido (probablemente incluso tener por default una tiempo de expiración que pueda ser anulado por el usuario), tener opción al anonimato y con la única censura de lo que marca la ley (discursos de odio, asiciación delictuosa, etc.). Probablemente pueda basarse en o integrarse con las redes federadas independientes que existen ya.
O ya de menos un hosting subsidiado para informaciones y plataformas de interés público
Es la única manera ir forjando una verdadera libertad expresiva y comunicativa en este mundo cada vez más dependiente de lo on‐line.
No les basta con soportar y promover el horror conceptual que significa llamar a este estado “Ciudad de México”, y abreviarlo de la estúpida manera en la que lo han hecho; además, lo expanden.
Cuando uno se refiere a “la” ciudad de México se habla de una ciudad (sustantivo) cuyo nombre es “México”; esta ciudad que en el agún momento estuvo contenida en el territorio del otrora Distrito Federal, fue creciendo y hoy puede entenderse como la mancha urbana que ocupa la antigua ciudad y su zona conurbada (con‐urbado: ser la misma urbe). Cuando uno se refiere al estado Ciudad de México, se habla de un estado cuyo nombre es “Ciudad de México” y que es una entidad federativa con fronteras políticamente definidas.
Así que se puede hablar de que algo pasa en la ciudad de México (la entidad urbana) o de que algo pasa en Ciudad de México (la entidad federativa; esto es, en el estado de Ciudad de México), pero no de que algo pasa en la {estado} Ciudad de México, pues esto es ridículo. En otras palabras, si se escribe “Ciudad” (con mayúscula) se refiere a el estado y por lo tanto no se puede usar el artículo “la”.
Si van a usar denominaciones ridículas, por lo menos tengan la bondad de respetar la semántica correspondiente.
Nota: Ciudad de México no es técnicamente un estado de la república; el llamarlo así es para hacer más claro el asunto.
Habrá que ver cómo dejaron la casa de El Nigromante… aunque no tengo un buen presentimiento.
Una educación tendiente a conseguir que los educandos sean “competentes” no forma, ni instruye: es, simplemente, un entrenamiento.
Seis años de desprecio, latrocinio, ineptitud y corrupción, seguidos por otros tantos, y con el cinismo de la prensa de consigna.
¡Ningún libro que se respete tiene bibliografía!
Así se define “gato” en el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española de 1734
GATO. f.m. Animal doméftico, y mui conocido, que fe cria en las cafas, para limpiarlas de ratones y otras fabandijas, tiene la cabéza redonda, las orejas pequeñas, la boca grande y rafgada, el hocico adornado por un lado y otro de unos bigotes à modo de cerdas: las manos armadas de corvas y agudas uñas, el cuerpo igual, y la cola larga. Relucenle los ojos en la obfcuridad, como fi fueran de fuego: y tiene la léngua ta afpera, que lamiendo mucho en una parte, la defuella y faca fangre. Háilos de varias colores. Es tomado del latino Catus, que fignifica Aftuto y fagaz. Lat Felis. Fr.L.De Gran.Symb.part.I.cap.14.§.2. Las aftúcias y affechanzas que el gato tiene para cazar y parar hurtar, cada día las vemos. Huert. Plin. lib. 8. cap.57. Pues hemos tratado de los ratones, y de todas las efpecies de ellos, jufto es tratar ahóra de la naturaleza del gato, fu capitál enemigo.